Entradas

Cómo sobrevivir a una caída

  “Ícaro rió mientras caía, porque sabía que caer significaba haber volado.” Recuerdo quedarme mirando a la nada después de leer la historia de Ícaro. Me desarma pensar que no haya rastro de miedo en él mientras se precipita hacia el mar furioso. ¿Cómo puede alguien, frente a frente con la muerte, abrazarla como si estuviera entrando a un lugar prometido? ¿Habrá sido su risa la última melodía, perdiéndose en el cielo antes del final? Tal vez no temía al vacío porque ya había probado lo desconocido. Porque por un instante tocó el cielo, y nada por debajo de eso podía compararse. ¿No es trágicamente hermoso pensar que no cayó en desgracia, sino que simplemente cayó, después de sentir la libertad y el calor que siempre había buscado? Y al pensarlo así, al repasar mi vida y cada decisión tomada, aparece un deseo silencioso, casi desesperado: que quizá, algún día, yo también pueda ser él. Que, como Ícaro, pueda elevarme más allá de los muros que yo mismo levanté. Vivir sin miedo, aun co...

Necesito un problema

Revisando correos viejos encontré un post que escribí en 2009 en un blog parecido a éste. En ese momento me había quedado dando vueltas una idea muy simple: ¿Qué haríamos si tuviéramos todo resuelto? ¿En qué ocuparíamos el tiempo si los problemas desaparecieran por un rato? Buscando ejemplos extraños sobre eso descubrí un sitio que ofrecía la respuesta perfecta: un servicio donde la gente pagaba para que le asignaran un problema. Se llamaba “Necesito un problema” (Need a Problem) y por lo visto había un mercado entero de personas contentas, con tiempo libre y, al parecer, con pocas complicaciones existenciales… que querían una más. El mecanismo era simple: elegías la dificultad —trivial, sencillo, normal, difícil o casi imposible— y pagabas según el nivel. A cambio recibías un email con un problema diseñado especialmente para vos. ¿La recompensa por resolverlo? Nada más y nada menos que la satisfacción de haberlo logrado. No había premios, no había rankings de millonarios… solo un cuad...

Ideas para abrir la puerta correcta

Últimamente vengo hablando con mucha gente nueva: reuniones, proyectos, mesas largas donde aparecen historias y formas de ser que no conocía. Y en medio de todo eso, sin buscarlo, me volvió a la cabeza un cuento que leí hace años: La dama o el tigre. No recuerdo cuándo lo leí ni por qué, pero sí recuerdo lo que pensé. Un joven de la corte se enamora de la hija del rey. ¿Ella siente lo mismo? No está claro. El rey, medio bárbaro, lo mete en una arena con dos puertas: detrás de una hay una mujer con la que deberá casarse; detrás de la otra, un tigre hambriento. El joven mira a la princesa, ella le señala una puerta. Y vos quedás preguntándote quién va a aparecer. El cuento te obliga a pensar en la princesa: capaz de ser cruel, como su padre, pero también buena y sensible. De chico, yo estaba convencido de que salía el tigre. Sentía que esa respuesta mostraba que yo “entendía” cómo eran las personas, como si la naturaleza humana fuese inevitablemente dura. En la secundaria nos preguntaron...

La suma de los demás

  Muchos de mis gestos no nacieron conmigo, se me fueron pegando sin darme cuenta. No registramos cuánto de lo que somos está hecho de otros. La forma en que sostengo el mate, por ejemplo, viene de un jefe que tuve hace años, cuyo ritual observaba cada mañana con una atención casi devota. Y esa costumbre de subrayar palabras sueltas y no frases completas nació de mi profe de guion cinematográfico a quien admiré por su velocidad para analizar los textos.  Incluso esta risa más libre que tengo ahora viene probablemente del día en que un maestro de la escuelita me mostró que reír fuerte no era exagerado. Y cuando uno se anima, suele liberar a los demás también. No somos del todo nuestros. Somos una mezcla rara de quienes nos amaron, nos hirieron o simplemente caminaron cerca por un tramo.  Siempre me acuerdo de una profesora que insistía en que yo podía más. A veces me dan ganas de volver a la facu para contarle que no pude más, pero que igualmente tuve una vida feliz. Tambi...

Ideas para conectar con propósito

Si todavía no lo advertiste, todo este último tiempo estuve tratando de generar vínculos más profundos y ampliar mi círculo social. Y te digo la verdad… no es nada fácil. No recuerdo haber participado en tantas reuniones desde hace mucho. En pocos días me encontré en charlas sobre desarrollo, rondas de networking con gente del sector inmobiliario y un meeting sobre financiamiento para proyectos. Lo disfruté, aunque por momentos no sabía si realmente estaba conectando con alguien o simplemente cumpliendo con el ritual de intercambiar tarjetas. Tal vez eso también sea conectar, todavía lo estoy procesando. De a poco me voy llevando mejor con mi ansiedad social y me siento más cómodo con la charla casual. Cuesta creer que me cueste tanto, considerando que hablo con gente todo el tiempo por trabajo. Pero la ansiedad social es brava, y hay algo en el hecho de interactuar desde una pantalla que lo hace todo más fácil. Igual quiero más que eso. Quiero animarme a ser más completo, a no dejar q...

Lo que nadie puede darte

Cuando dejás que otros definan tu valor, les das el poder de quitártelo. Un elogio te hace sentir visto, una crítica te desarma, un logro te llena de orgullo y un tropiezo te hace dudar de todo. Vivís reaccionando, no desde una confianza real en vos mismo. Empezás a moldear tu vida según cómo creés que te perciben, en lugar de cómo realmente se siente vivirla. Buscamos validación en desconocidos, en números, en títulos, en “me gusta”, esperando que confirmen lo que nos cuesta creer: que valemos, que somos capaces, que alcanzamos. Y por un rato, cuando llega el reconocimiento, parece que sí… pero nunca dura. Todo lo que se apoya en la aprobación externa necesita mantenimiento constante. Te la pasás buscando más, persiguiendo el próximo “sí” y temiendo el próximo “no”. Cuando tu autoestima depende de lo que piensen los demás, quedás a merced de sus opiniones. Te transformás en lo que ellos necesitan que seas y te alejás de quien sos. En el intento de gustarle a todos, terminás perdiéndot...

Ideas para agudizar el olfato

No era cítrico, ni cálido, ni floral. Tampoco tenía nada del lavanda que siempre me gustó. No me gustaba mucho ese olor. Era algo fuerte, denso, medio arrogante. Como esos perfumes que se quedan flotando en el aire mucho después de que la persona se va, como si quisieran seguir hablando cuando ya no hay nadie escuchando. Olía a alguien que necesitaba que lo notaran, aunque no supiera cómo hacerlo. Y ahora lo busco. No exactamente ese, pero algo parecido. Algo que me haga sentir que el aire vuelve a tener historia. A veces lo encuentro de golpe en los lugares más raros: en la ropa limpia, en el vapor de una olla, en un perfume barato, o en la mezcla entre jabón y humedad de un día de lluvia. Y me quedo quieto, respirando apenas, como si con eso pudiera atrapar algo que no quiero perder. No es nostalgia así nomás. Es más físico, más profundo. Es el cuerpo recordando algo que mi cerebro se niega a olvidar. Ese olor se me aparece en la gente que pasa por la calle, en un estante del súper, ...

Ideas para aprender a existir

  A veces siento que soy un rejunte de cosas inconexas. Como si cada parte de mí la hubieran moldeado otras personas, con sus propias reglas, expectativas y su idea de lo que está “bien” y de lo que “vale la pena”. La mayor parte de mi vida me sentí como un extraño dentro de mi propia piel. Porque… ¿cómo explicás no conocer el límite de tus propios miedos, de tus sueños, de tus gustos? ¿Cómo explicás quedarte callado cuando te preguntan “¿qué te gusta?” y darte cuenta de que no tenés una única respuesta que te identifique? La fascinación me dispersa. Ni siquiera puedo decir cuál es mi comida favorita sin pensar en cómo va a sonar. Suena una boludez, pero me recuerda lo desconectado que a veces estoy de mí mismo —como si todo en mí fuera aprendido, ensayado, como una frase que me sé de memoria pero que nunca terminé de entender. Es como si hubiera pasado toda mi vida actuando una versión de mí que fuera más fácil de aceptar para los demás. Me dijeron qué era el éxito, qué sueños val...

Ya lo dijo Shadow...

¿Se van a acordar de cuando me ataba el pelo con una gomita, esa que mostraba mi energía varonil? Me pregunto qué les va a pasar por dentro cuando de vez en cuando escuchen mi nombre. ¿Van a esquivar el tema o se van a animar a recordar los momentos en que traté de ser más atento? ¿Se reirán al pensar en cómo prefería hacerme el boludo antes que hablar mal de alguien? ¿Van a decir unas palabras por mí, contando lo que me querían? ¿Me van a recordar en los platos que me gustaban, diciendo “este era su preferido”? Quizás mi nombre despierte broncas viejas, por palabras o actitudes que haya largado con enojo. ¿Igual me van a llorar un rato? ¿Voy a ser digno de alguna que otra lágrima? ¿Se van a aparecer un ratito aunque sea en mi velorio? ¿Mi nombre va a sonar, aunque sea bajito, deseando que me levante una vez más? ¿Viví lo suficiente para que me recuerden? ¿Voy a estar en sus rezos cuando prendan una vela? ¿Esa luz me va a guiar o se van a preguntar si de verdad me fui? En los silencios...

El catalejo

Todos tenemos secretos, guardados en una bóveda sin copia de llave. Me resulta increíble cómo puedo mirar a alguien, convencido de que lo conozco de memoria, y aun así sorprenderme con cada detalle nuevo que aparece. Es raro y lindo a la vez, ¿no? Nos mostramos ante los demás y lo que ven es apenas un costado, creyendo que eso es todo lo que somos, cuando en realidad no. Somos un universo, y cada persona que llega a nuestra vida elige apenas una galaxia para recorrer. Y algunas pocas veces, cuando el amor y la suerte se alinean, aparece alguien con un catalejo enorme que quiere mirar más lejos: que no se conforma con una sola galaxia, y quiere conocer el universo entero. Dicen que lleva mucho tiempo y esfuerzo conocer de verdad a alguien; reconocer el mapa de sus cicatrices, notar las diferencias entre sus risas y sus suspiros, entender qué silencios son buenos y cuáles duelen. Lo siento especialmente ahora, en medio de este cambio de trabajo. Es como si también yo estuviera mudando de...

Para lo que resta del año

Que nuestros sueños no sean solo para nosotros, sino también para los demás. Que nuestra mirada abrace vidas más allá de la nuestra: personas que nunca conoceremos y corazones que latirán incluso mucho después de los nuestros. Que lo soñado atraviese el tiempo y la tierra, porque el futuro no empieza ni termina con nosotros, también lo habitan quienes un día vivirán en los espacios que dejamos. Si soñamos solo con nuestro propio éxito, dejamos atrás a otros en sistemas que nunca los contemplaron. Cuando soñamos en colectivo —por justicia, por inclusión, por sanar— sembramos semillas que se multiplican. Que en cada sueño haya lugar para que el de otro también viva. Nuestra libertad está entrelazada. Tu felicidad no le quita nada a la mía. Que nuestros sueños no sean jaulas de logros, sino caminos anchos donde otros puedan caminar al lado. Soñemos con aulas donde cada pibe sea visto, con calles seguras y barrios con identidad, con ciudades habitables que no exijan probar nuestro valor pa...

Acerca de la ciudad

  Mi ciudad está hecha de gente de paso. Llegan con valijas y convicciones; alquilan piezas, compran casas, sacan fotos del amanecer como si fueran a quedarse. Pero, en el fondo, saben que no, y con el tiempo aprendés a reconocerlo a simple vista: no es de pertenencia, es de tránsito, de espera, de construcción. Vinieron a buscar algo… Acá todo es transitorio: las caras, las voces, los pasos en los pasillos, las macetas en balcones de edificios. No es ciudad de raíces, sino de tránsito. Y ella lo sabe, porque nunca fue pensada como destino final. No es tierra de aterrizaje sino de despegue. Acá los sueños no se plantan para florecer, sino para llevarlos a otra parte. Es ciudad de primeros capítulos, de borradores, de ese desordenado “mientras tanto”, entre el “todavía no” y el “casi”. Y ellos llegan en oleadas: soñadores, hacedores, los que vienen con estrellas en los ojos y plazos en los bolsillos. Buscan algo más grande: una universidad prestigiosa, un trabajo seguro, un nombre p...

Alto en el cielo

  En casa preparamos la cena cerca de las 19:00 Hs. A la media hora ponemos la mesa, sintonizamos una peli y antes de las 20 ya estamos comidos y haciendo sobremesa. A las 9 de la noche apagamos las velas y al poco rato todo el mundo está durmiendo.  Pero hoy no. Son las 23:30 y otra vez estoy despierto. La casa está en silencio y afuera también, pero mi cabeza aún no descansa: los pensamientos son como visitas que se instalan sin permiso y tenés que apagarles la luz para que se vayan de a poquito. A esta hora todo se siente blando y pesado a la vez. El silencio es espeso pero me gusta; entonces escribo. A veces son cartas que ni en pedo mandaría, otras recuerdos que intento suavizar. La mayoría de las veces, solo giladas volcadas al vacío. La noche temprana tiene un aire distinto, como si el mundo se guardara algo en secreto para más tarde. Y siempre, casi a la misma hora, escucho el zumbido grave de un avión. Ese sonido me sugiere que alguien está viajando hacia algún lugar,...

Metela adentro

Hoy siento que este momento es el punto más alto de todo lo que viví antes, como si me hubiera estado preparando toda la vida para llegar hasta acá, como dice Maslatón. Me veo parado justo donde tengo que estar, 100% listo para cualquier cosa que venga después. A veces la vida se parece a una carrera. Mirás alrededor y pareciera que algunos van rapidísimo y otros se quedan atrás. Yo también caí muchas veces en la trampa de compararme y pensar que no avanzaba lo suficiente. Pero esa carrera no existe, no hay una única línea de llegada, cada uno tiene su propio recorrido, su propio tiempo y sus propios tropezones. Me ayudó pensarlo como una caminata: algunos apuran el paso para llegar antes, otros prefieren frenar y mirar los árboles y las casas. Al final, todos llegan, pero cada experiencia es distinta. Y lo más importante es aceptar que el ritmo propio también vale, aunque sea más lento o, como el mío, más incierto. La semana pasada, en la feria de desarrolladores me pasó de escuchar a...