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Esmeraldas

  Es llamativo el aspecto que tiene una esmeralda antes de pasar por todos esos procesos que la transforman de una piedra verde y opaca a un anillo hermoso y brillante que alguien lucirá en sus falanges. Es como una piedra gris, aburrida, sin nada de brillo. Hay que ser un experto para no confundirla con cualquier otra piedra o cristal común. Una vez escuché la historia de un tipo que se pasaba los días buscando esmeraldas en un río que salía de adentro de la montaña. El río arrastraba las esmeraldas desde lo más profundo de la tierra y las dejaba en el lecho del río, en los recovecos de las piedras. Así que, de vez en cuando, algún buscador tenía la suerte de encontrar una esmeralda y hacer una pequeña fortuna. El proceso era sencillo. Cada día, el tipo se sentaba en el río, donde el agua arrastraba las piedras y las esmeraldas desde las profundidades. Se concentraba en las que brillaban un poco más bajo el agua. Las sacaba, las secaba para ver si tenían ese verde tan característi...

El derecho a la alegría

  El mes pasado empecé el gimnasio. Ya pasó más de un mes, así que tengo la autoridad moral para contarlo. Las dos primeras semanas fueron bárbaras, pero después de eso, lo que debería haber sido un momento de cuidado personal rápidamente se convirtió en una guerra mental.   Me acuerdo especialmente de un día que, mientras pedaleaba en la bici fija, mi cabeza me empezó a atacar: ¿En serio estás acá levantando pesas mientras el país se derrumba? Hay gente que ni siquiera puede comer, y vos dedicando horas a algo tan superficial. Mejor usá este tiempo para algo más productivo: doná tu dinero, presentale un proyecto de ley a algún concejal, o, por lo menos, pintá las carpinterías que se te caen a pedazos.   Es como si mi cerebro creyera que sentirme culpable por hacer algo para mí, contara como un acto de bondad hacia el resto del mundo. "De nada, humanidad", pensé al estilo Mafalda, "te salvé con mi culpa al hacer ejercicio". Y aunque mi supuesto “gran pecado” fue...

Cada día y un poco de hoy

  7:11 am No aspiro a lo mejor; aspiro a “casi” lo mejor. Me concentro y pongo todo mi esfuerzo en alcanzar la excelencia, pero justo un instante antes de llegar, suelto el acelerador. Dejo que el impulso me lleve al puerto de destino. Es como un gráfico en forma de campana: tras el clímax, solo queda descender. Y descender nunca me resultó agradable. 8:30 am Llego puntualmente a la escuela. Tengo responsabilidades que me pesan, aunque todos insisten en que este servicio no debería agotarme. Pero cada semana siento más miedo al verme en el espejo. Cuanto más tiempo permanezca mi sonrisa, más temo que se vuelva imposible sostenerla. Me aterra que un niño sienta que no le doy lo suficiente. Aunque lo que más me asusta es que pueda ser verdad. 11:20 am Sobreestimamos cuánto tiempo tenemos. Nunca podemos medirlo con precisión, aunque nos engañemos pensando que somos lo suficientemente rápidos. Trabajamos con la idea de que el tiempo nos sobra, pero las cosas pueden cambiar en un sus...

Ideas para asegurarse el éxito

  ¿Te pasó alguna vez que llamás a alguien por un tema simple y cortito y terminás hablando largo y tendido? Es que cuando hablamos en voz alta se generan nuevas conexiones mentales que te van llevando a hilvanar nuevos temas que no estaban siquiera pre-pensados. Es como si el pensamiento fuera algo abstracto por naturaleza, pero al hablar, incluso con uno mismo, se activan más asociaciones y el campo de ideas se va expandiendo. Al final, el lenguaje —hablado o escrito— nos estimula y ayuda a conectar pensamientos, y de esa sinapsis salen nuevas ideas, inspiraciones que quizá no hubieran aparecido estando en silencio.  Lo que estoy diciendo ahora surgió solo porque estaba al pedo y me acordé de cómo disfruto de escribir por escribir; de empezar a toquetear el teclado sin rumbo e ir descubriendo lo que internamente tenía ganas de decir. En psicología se sabe que el lenguaje y el pensamiento se construyen juntos; pensamos con los signos y símbolos del lenguaje que usamos, en el ...

Estado de bienestar

  Ayer estuve recorriendo la librería Yenni de mi ciudad. Como los libros de ficción (novelas y cuentos) los tomo prestados de la biblioteca pública, a las librerías solo voy para buscar libros sobre negocios, filosofía, psicología, marketing, en fin, todo lo relacionado estrictamente a la no-ficción. Esta vez, me sorprendió la terrible cantidad de libros que parecían estar enfocados en los problemas más básicos de la vida: cómo llevar una dieta sana, cómo hacer ejercicio, cómo tener amigos, y naturalmente… cómo ser feliz. Lo curioso es que, a pesar de que estos libros están por todos lados y la gente los lee, parece que los argentinos insistimos en no estar felices, sanos o conectados. Yo mismo solía leer mucho este tipo de libros, y ahora que lo pienso, me doy cuenta de cuánto tiempo desperdicié tratando de mejorar mi vida sin enfrentar los problemas de fondo. No es que no haya libros de autoayuda que valgan la pena. Los hay. Pero me parece que ya es hora de aceptar que muchos de...

Un poco de amor francés

  Me enteré de que en junio murió Françoise Hardy, qué pena me dio. La música de Françoise me acompañò bastante cada vez que estuve con problemas de autoestima. La elegancia de su voz, su imagen extraordinaria y el acento francés nativo me volvieron loco desde que la conocí. Se dice que el argentino siempre admiró a la comunidad europea y su estilo de vida, en especial a los franceses, de quienes por algún extraño motivo yo también me siento atraído. Asì que me senté tranquilo en mi escritorio a escuchar a Hardy en Spotify con un pantalòn pinzado color azul y una camisa de algodón también azul con rayas blancas que daban el toque marinero atemporal y sofisticado que la situación requería. Desearìa haber estado en un departamento con vistas al Sena y que la música estuviera saliendo de un toca-discos de vinilo en lugar del altavoz de mi computadora pero, aún asì, me sentì transportado a esos momentos glamorosos de la vida en que todo parece fácil, fluído. No estoy pensando en dinero...