Ideas para llenar un vaso roto

 La habitación está en silencio, pero mis pensamientos gritan. Chocan contra las paredes de mi mente, una sinfonía caótica que solo yo puedo escuchar. Cada rincón está abarrotado de cosas que no puedo dejar ir: arrepentimientos, dudas, sueños a medio terminar que ya no sé cómo sostener.

Me siento en medio de todo eso, con los brazos alrededor de mis rodillas, intentando hacerme lo suficientemente chiquito como para desaparecer. Pero no, sin importar cuánto espacio ocupe, el peso del vacío me aplasta como una niebla densa y sofocante.

La gente me pregunta por qué estoy tan callado. Bromean diciendo que debo estar perdido en profundas reflexiones. Pero, ¿cómo explico que mi silencio no es tranquilo? Que es una batalla contra el ruido que no sé como apagar.

Es raro, ¿no? sentirse tan pesado y tan hueco al mismo tiempo. Como llevar el peso de todo el mar, mientras el corazón y los pulmones parecen conchas huecas, gastadas y frágiles, resonando en forma aislada dentro del eco de su propia soledad.

He intentado llenar el vacío con cosas: personas, risas, distracciones. Pero es como verter agua en un vaso roto. No importa cuánto le agregue, todo se escapa por las fisuras, dejándome igual o más vacío que antes.

Tal vez vos también lo hayas sentido, ese dolor silencioso que no podés expresar. Quizás también hayas mirado al techo en plena noche, preguntándote cómo es posible sentir tanto y tan poco al mismo tiempo.

Si es así, entonces lo entenderás.

Algunos días, el silencio se vuelve más suave. Los gritos se convierten en susurros y puedo respirar sin sentir que me estoy ahogando. En esos días, me aferro a la esperanza de que el vacío no será eterno. Que algún día la habitación volverá a estar llena y no de ruido, sino de algo un poquito más real.


Adieu!

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