Agua, tierra, fuego y no sé qué más.

Hace unos días, viendo un documental en NatGeo sobre los cuatro elementos (fuego, agua, tierra y no me acuerdo qué más) decían que el agua alcanza su mayor densidad a los 4°C. 

Es uno de esos detalles de física que uno aprende en la escuela pero después se le borra de la cabeza. Lo curioso fue que ese dato, tan chiquito, me quedó dando vueltas varios días, quizás porque justo en ese momento estaba leyendo El poder del ahora, de Eckhart Tolle que me prestó Yamila.

Todos sabemos que una piedra es más pesada que el agua, pero pocos recuerdan que el peso del agua cambia con la temperatura, aunque el volumen sea el mismo. Es una diferencia mínima, pero real. Por ejemplo, un litro de agua pesa menos (958 g) cuando hierve, y se va volviendo más pesado a medida que se enfría, hasta llegar a su punto máximo (1000 g exactos) a 4°C. Luego, si baja más, vuelve a alivianarse un poco.

Esto que puede parecer insignificante es vital para que los peces sobrevivan en invierno. Como el agua más densa se va al fondo, el hielo se forma arriba, creando una capa que protege el resto del agua del frío helado. Así, incluso cuando afuera hay temperaturas bajo cero, el fondo del lago sigue estando cerca de 4°C. Y eso permite que la vida siga. Me pareció tan perfecto, tan afinado, que no pude evitar sentir que eso también era un regalo de algo superior, un diseño que no puede ser casual.

Ahí me puse a pensar: si algo tan invisible como esa propiedad del agua sostiene la vida sin que lo notemos... ¿cuántas otras cosas pueden estar pasándonos desapercibidas?

Lo primero que viene a la mente es la Tierra misma. Tiene agua, oxígeno, condiciones que permiten la vida. Llevamos décadas explorando el universo y no encontramos otro planeta como este. Para mi, las chances de que exista otro igual son mínimas. Eso solo ya me parece un milagro, un regalo enorme que pocas veces valoramos de verdad.

Y si la Tierra es un regalo por lo improbable que es, entonces cada uno de nosotros también lo es. Me acuerdo de una misa a la que fui hace como 15 años en La Plata, antes de mudarme. Era por un vecino del barrio que había fallecido. El cura dijo algo que me quedó grabado: “Ustedes están hoy acá porque sus padres, abuelos, bisabuelos y tantos otros vivieron antes. Si uno solo de ellos no hubiese estado, ustedes no existirían”. Pensé en mi propia historia, en lo frágil y aleatoria que puede ser una cadena de personas, de decisiones, de supervivencias.

Así que mi existencia (como la tuya) depende de una sucesión ininterrumpida de vidas anteriores. Si alguno de mis antepasados no superaba un infarto, una devaluación, una pandemia, yo no estaría escribiendo esto ¿pura casualidad? mmmm me cuesta no verlo como un milagro. Otro regalo más.

Y el tercer regalo que me parece aún más inesperado es el descanso. Escuché una vez que los atunes tienen que nadar todo el tiempo, porque si se detienen, mueren por falta de oxígeno. En cambio nosotros sí podemos parar. Dormimos, descansamos, boludeamos, y también tenemos un descanso final: la muerte. Aunque suene duro, la muerte puede ser una forma de alivio, de cierre, de paz.

No hace mucho vi una peli romántica que hablaba mas o menos de esto. Una mujer llega al cielo después de haber perdido a su marido. Al principio está feliz, emocionada de reencontrarse con él, de vivir en un lugar tan bello y en paz. Pero, con los años, todo le empieza a parecer monótono. Un día le pregunta al chabón: ¿Cuánto tiempo más vamos a estar acá?. Y él le responde: “Para siempre”. Ella insiste: “¿Ni siquiera después de ciento veinte años vamos a ir a otro lado?”. Él se ríe. Y así pasan décadas soñando con el infierno… no por un deseo de sufrir, sino porque hasta el paraíso puede volverse insoportable si es eterno.

¿Se ve? la muerte, el descanso definitivo, también puede ser un regalo. No por su rareza, como la Tierra o nuestra existencia, sino porque es seguro, le llega a todos. Nadie se lo pierde.

Vivimos rodeados de regalos que no notamos. Como dice Eckhart Tolle, estamos tan distraídos con lo que vendrá o con lo que pasó, que no vemos lo que está pasando ahora mismo. Y dentro de ese ahora, debe estar lleno de micro milagros sosteniéndonos todo el tiempo. 


Adieu!