Vacío por lleno
Cuando estaba en tercer año de la carrera de composición tuve una profesora a la que todo el mundo adoraba, cuyas clases eran realmente buenas y nutritivas. Pero aún así había algo que me incomodaba.
Cada vez que levantaba la mano para consultarle algo ella ni me miraba. Volvía a levantarla y nada. No había respuesta. Si otros hacían lo mismo, tal como yo, y levantaban sus manos, ella continuaba hablando como si no hubiera nadie en la sala. Nada. Nadie más que ella misma parecía merecer atención. Mientras tanto, ella hablaba de sí misma. Contaba cosas de su vida personal, de sus experiencias, de todo lo que había vivido. Ojo, todo era muy interesante, muy variado y bien contado, así que valía la pena asistir a sus encuentros.
Pero aún así me incomodaba. No tanto el hecho de que hable de sí misma, sino de su falta de consideración con nosotros; esa virtual indiferencia que nos hacía verla siempre como “llena”, como si no tuviera ningún espacio para preguntas.
Y, claro, como generalmente todo lo que nos molesta en los demás “es un espejo”, me recuerda a una escena de varios años atrás cuando mi terapeuta me dijo:
Juan Pablo, ¡tengo la impresión de que siempre estás lleno! Lleno de ideas, de opiniones, de preguntas y de historias. Cuando estamos llenos, no hay espacio para nada más ni para nadie.
El espacio que el profesor ocupa puede ser peligroso para su vanidad. Existe una línea delgada entre enseñar y exhibirse. Y este no es solo un problema de los profesores, es algo general. Todos estamos siempre llenos. Las redes sociales son un buen reflejo (¿culpable?) de ello.
Y "estar lleno" tampoco es un dilema posmoderno. Es básicamente humano. Vaciarse no es una invitación nueva, hace más de un siglo Freud propuso la cura a través de la palabra mediante la asociación libre.
Últimamente, antes de dormirme, practico por 10 o 15 minutos un poco de meditación consciente. Yo no sé si es eso, si es rezar, o si conviene el método de la silla vacía, distintivo de la terapia Gestáltica, pero sé que hay diversas técnicas milenarias de meditación que buscan ese vacío.
Porque, claro, es en el vacío donde encontramos espacio para crear, aprender y crecer.
Vaciémonos.