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Introyección

  Una vez que ya me encuentro arrodillada en el suelo en una posición de súplica, permítanme mantener esta postura mientras viajo en el tiempo hasta tres años atrás, al momento en que toda esta historia comenzó. En ese instante, también me encontraba en esa misma posición: de rodillas en el suelo, rezando. Sin embargo, todo era diferente en relación con la escena de hace tres años. En aquella ocasión, no estaba en Roma, sino en el baño del piso superior de la gran casa en las afueras de Nueva York que acababa de comprar con mi esposo. Eran alrededor de las tres de la madrugada en un frío noviembre. Mi esposo dormía en nuestra cama. Me encontraba escondida en el baño por lo que sería la 47ª noche consecutiva, y, como en todas esas noches anteriores, lloraba con fuerza. Mis lágrimas y mocos formaban un gran charco delante de mí en los azulejos del baño, un lago creado por toda mi vergüenza, miedo, confusión y dolor. No quiero seguir casada. Trataba de evitar admitirlo, pero la verdad seg

Dios lo ve

  Hace algunos años hice un curso para aficionados al análisis cinematográfico. Analizábamos películas clásicas de autores clásicos como por ejemplo Luchino Visconti. Ayer, por casualidad, recordé una anécdota sobre la filmación de Gatopardo. Parece ser que en su rodaje, por más repeticiones que hicieran, una de las escenas no salía como Visconti pretendía. Entonces, de pronto, tuvo una idea extravagante y dijo: “llenemos todos los cajones y alacenas con objetos de verdad”. Los productores, asombrados, pensaron que Visconti estaba loco pero le dieron el gusto y llenaron los armarios con ropa, papeles, objetos antiguos y volvieron a grabar.  En el mundo del arte y la creación, hay gente que está siempre en la búsqueda de la perfección que va más allá de lo que el ojo humano puede percibir o apreciar. Se trata de un deseo intrínseco de superar los límites y alcanzar una excelencia que, aunque pueda parecer excesiva para algunos, responde a una motivación más profunda y espiritual. Esta b

Ideas para marcar tendencia

  En medio de las noches más oscuras, despierto. Mi corazón late aceleradamente, mi mente divaga en pensamientos contrapuestos. Una gota de sudor recorre mi cuello y desciende por mi espalda, mientras alguna que otra se apoya suavemente en la almohada proveniente de mi sien tan preocupada. Mi cabeza desierta de pelos se impregna con estas gotas, siendo testigo de mis sueños y pesadillas. Encuentro una relación directa entre sudor y pesadilla. Cuanto mas sudo, más dura es la pesadilla. O tal vez sea al revés. Despierto casi al amanecer, esperando volver a dormir, pero temeroso de continuar con esa película en mi mente. Abro los ojos en busca de la luz, pero el cuarto sigue oscuro y me veo obligado a continuar pensando.  En mi mente, las ideas fluyen desenfrenadamente, creando escenarios de toda índole. No puedo concentrarme en un solo pensamiento, así que los reúno en un shopping mental. Es una tienda de pensamientos y fantasías donde puedo vestirme según mi estado emocional. En esta ti

El salto

  Andan diciendo que deseas liberarte. Liberarte del dolor y la angustia de perder. Liberarte del sufrimiento de existir. ¿Alguien te vio y se imaginó cómo sería estar en tu lugar? ¿O te aferraste al cuento de hadas de otro? Escuché que anhelás tanto desaparecer, que empezás a disolverte en la esencia misma que te forma, volviéndote inalcanzable para todos. En este frío y sombrío torrente, tu alma expuesta al efímero destino, busca alguna única razón para continuar. Escuché que odias con tu alma pero protegés con tu corazón. Ese mismo corazón que cien veces te vi mostrar con facilidad, dispuesto a abrigar al desamparado. Cuando las sombras murmuran y el futuro llama con voz ronca, ¿quién se detiene a escuchar? Cuando leas esto, intentá regresar al momento en que tu esperanza estaba viva y la posibilidad de un nuevo día encendía tu espíritu. Y cuando llegues allí, también te pido que des ese salto de fe que lo cambia todo. El que te parece ridículo de dar. Sí, ese por el que te llamarán

Clo cloc, clo cloc!

  Ayer estuve observando a unas gallinas detenidamente y me di cuenta de lo extraordinarias que pueden llegar a ser. Parecen sacadas de una película de ciencia ficción. Se desplazan lentamente dando la sensación de que están disimulando con la idea de hacer alguna travesura. Pero casi siempre, al girar para ver qué hacen, las ves escarbando en el suelo despreocupadamente. Los pollos son bastante comunes en nuestro entorno, de hecho creo que nos comemos uno cada dos o tres días, así que por simple curiosidad investigué un poquito más sobre estos animales y descubrí un par de datos sorprendentes. Es el descendiente vivo más cercano al dinosaurio Tyrannosaurus Rex. ¿Sabías que los pollos ven más colores que nosotros y que además, por la disposición de sus ojos, pueden mirar más allá de 300 grados sin mover la cabeza? Y que tienen una memoria asombrosa. Según una página web yanqui que parecía bastante seria, pueden reconocer más de cien rostros diferentes de personas o animales. Quizás des

La reputación

  Hoy en día, tener una buena reputación vale más que el oro, pero conlleva altas expectativas, algunas de las cuales a veces resulta difícil cumplir. Me describen como alguien pulcro y bien educado, tal vez con una personalidad templada y, -por tímido- reservada. Lo que un buen amigo mío llamaba "elegante y correcto". Mi lenguaje es refinado y siempre mantengo la compostura. Soy una de las últimas personas que esperarías que se tome dos botellas de cerveza de un solo trago, aunque mantenga la serenidad al hacerlo. Pero aquí radica el problema: las expectativas. Una vez, en una fiesta, noté que una chica me miraba con sorpresa y decepción. Recuerdo no haber soportado la incomodidad y, sosteniendo la mirada le pregunté: ¿pasa algo? No, perdón, me dijo, no sabía que tomabas. Muy poco, solo en las fiestas -respondí como un cagón- tratando de recuperar una imagen que se estaba desdibujando, solo para satisfacer la percepción que tenía esa persona sobre mí. No es que quiera abrir