Entradas

Colorada bata de satén

  Bueno, que lindo, parece que todo el mundo a mi alrededor ya tiene todo resuelto. Ella es la inteligente, él es el gracioso, el otro es el mejor amante y aquel otro el más capito. Cada uno con lo suyo bien definido. ¿Y por casa cómo andamos?. Medio a la deriva, entre expectativas que no elegí y preguntas que no tengo ganas de responder. "Solo sé vos mismo", te dicen. Pero… ¿y si todavía no tengo idea de quién soy? Hay días en los que pruebo distintas versiones de mí: más callado, más extrovertido, más seguro, más despreocupado… esperando que alguna de esas me quede cómoda, como la bata roja le quedaba a Sandro. Pero todas terminan sintiéndose como disfraces, pesados, calurosos, imposibles de llevar. Hay una presión silenciosa cuando la gente espera algo de vos. Cuando te da miedo decepcionarlos, y entonces achicás tus sueños, forzás sonrisas, solo para no desentonar. Y, la verdad… un poco cansa fingir. Hacer como que todo está bien para que nadie te pregunte cosas que no sa...

La opinión calificada

  Tenía en mi casa un viejo manual de filosofía de 5to año y este domingo se me dio por hojearlo un poco. En una parte se reproducía un diálogo entre Sócrates y Critón con el que me identifiqué al 100%. El tema era simple pero potente: ¿qué hacemos con la opinión de la gilada? Critón estaba preocupado porque, si Sócrates no escapaba de la cárcel, la gente iba a decir que sus amigos lo habían abandonado. Pero Sócrates le responde algo que me quedó dando vueltas: no todas las opiniones valen lo mismo. Sócrates dice que hay opiniones que tienen valor y otras que no, porque no todas surgen del conocimiento. Para él, así como uno escucha al médico cuando se trata de salud o al entrenador cuando quiere mejorar físicamente, también tendría que escuchar sólo a quienes entienden sobre lo bueno, lo justo, lo correcto. Las multitudes pueden tener fuerza, pueden influir, pero no necesariamente tienen razón. Eso me hizo pensar en lo mucho que jode el famoso “qué dirán”. Hoy lo vemos en las rede...

El rico tambaleante

Desde hace más de 15 años, al menos una vez por año, agarro la biblia y le doy una leída rápida al libro de Job. Es tremendo. El libro de Job, si lo sacás del asunto religioso, es una bomba filosófica sobre el sentido del sufrimiento humano. Es la historia de un tipo que lo tenía todo: guita, familia, salud, prestigio. Y de un día para otro queda en pelotas. Pierde absolutamente todo. No porque hizo algo mal, no porque se mandó una cagada, sino porque sí. Porque la vida a veces es así de arbitraria y brutal. Lo fascinante de Job no es tanto lo que le pasa, sino cómo lo enfrenta. El tipo no se queda callado ni se resigna con un “bueno, será la voluntad del destino”. No: Job grita, pregunta, se enoja, discute. Es el representante perfecto de cualquiera de nosotros cuando la vida nos pega un buen sablazo. Es esa voz incómoda que se planta frente al vacío y dice: “Che, ¿y esto? ¿Cuál es la lógica? ¿Dónde está la justicia?” Más allá de creencias o banderas, la partida del Papa Francisco nos...

Ideas para sobrellevar un loop

  A veces la vida parece una repetición insoportable. Me levanto y al rato ya estoy peleando contra las mismas cosas: la inercia, el cansancio, los miedos, la incertidumbre. Los días se amontonan, se mezclan, y en algún momento me encuentro preguntándome: "¿No tendría que estar un poco mejor que antes?" Pero cómo. Si el costo de vida sube más rápido que el ánimo. Si la cadena de pagos fué vendida a Leiva Joyas y el dólar tiene más colores que una caja de Pelikans. Si cada trámite público parece diseñado para que te rindas antes de empezar. ¿De qué crecimiento personal me hablás cuando vivir es, en gran parte, esquivar cachetazos del entorno? Y en el medio, las redes sociales están llenas de éxitos ajenos, que solo incitan a que uno se sienta más a destiempo. Aunque la verdad es que cada cual tiene su propio laburo interno... El cambio, cuando lo bueno sucede, casi no se ve. No hay grandes saltos, apenas pequeños movimientos. Tal vez ayer no podía levantarme de la cama y hoy s...

Todavía acá, intentándolo.

  El sábado me desperté a la mañana con un montón de “qué pasaría si…” girando en la cabeza. Es increíble cómo la mente empieza a sobrepensar apenas abrís los ojos, ¿no? Pero bueno, me dije a mí mismo: “Tenés que seguir. Otra no hay.” ​ Me lavé los dientes, me puse lo primero que encontré tirado por ahí, y me preparé unos mates rápido. Boludié un toque por las redes, leí dos páginas de un libro, barrí el piso, lavé los vidrios y, a punto estaba ya por deprimirme cuando decidí telefonear a un amigo. Hoy en día, hasta para hablar tenemos que coordinar horarios. ¿En qué momento nos volvimos tan ocupados? En la secundaria, aparecíamos en la casa del otro y listo!.​ Finalmente, atendió, y la verdad es que ni hablamos de nada profundo. Charlamos de pavadas: cosas que pasaron en la semana, anécdotas tontas del día a día y un poquito de política. Fue tranquilo. Sin presión, solo estar ahí, aunque sea a través del teléfono.​ Y tal vez ese sea el punto, ¿viste? Estar. Aparecer. Aunque todo s...

Ideas para llenar un vaso roto

  La habitación está en silencio, pero mis pensamientos gritan. Chocan contra las paredes de mi mente, una sinfonía caótica que solo yo puedo escuchar. Cada rincón está abarrotado de cosas que no puedo dejar ir: arrepentimientos, dudas, sueños a medio terminar que ya no sé cómo sostener. Me siento en medio de todo eso, con los brazos alrededor de mis rodillas, intentando hacerme lo suficientemente chiquito como para desaparecer. Pero no, sin importar cuánto espacio ocupe, el peso del vacío me aplasta como una niebla densa y sofocante. La gente me pregunta por qué estoy tan callado. Bromean diciendo que debo estar perdido en profundas reflexiones. Pero, ¿cómo explico que mi silencio no es tranquilo? Que es una batalla contra el ruido que no sé como apagar. Es raro, ¿no? sentirse tan pesado y tan hueco al mismo tiempo. Como llevar el peso de todo el mar, mientras el corazón y los pulmones parecen conchas huecas, gastadas y frágiles, resonando en forma aislada dentro del eco de su pro...