La opinión calificada
Tenía en mi casa un viejo manual de filosofía de 5to año y este domingo se me dio por hojearlo un poco. En una parte se reproducía un diálogo entre Sócrates y Critón con el que me identifiqué al 100%.
El tema era simple pero potente: ¿qué hacemos con la opinión de la gilada? Critón estaba preocupado porque, si Sócrates no escapaba de la cárcel, la gente iba a decir que sus amigos lo habían abandonado. Pero Sócrates le responde algo que me quedó dando vueltas: no todas las opiniones valen lo mismo.
Sócrates dice que hay opiniones que tienen valor y otras que no, porque no todas surgen del conocimiento. Para él, así como uno escucha al médico cuando se trata de salud o al entrenador cuando quiere mejorar físicamente, también tendría que escuchar sólo a quienes entienden sobre lo bueno, lo justo, lo correcto. Las multitudes pueden tener fuerza, pueden influir, pero no necesariamente tienen razón.
Eso me hizo pensar en lo mucho que jode el famoso “qué dirán”. Hoy lo vemos en las redes, en el trabajo, en la familia, entre amigos. Todos tienen algo para decir y muchas veces nos cuesta separar lo importante de lo superficial. Y ojo, Sócrates no está diciendo que despreciemos a los demás, sino que aprendamos a filtrar: darle peso a las opiniones bien fundamentadas y no vivir atrapados por el ruido de fondo.
Y hoy en día, donde todo el mundo opina, como yo lo hago en este blog, el mensaje de Sócrates tiene bastente sentido. No se trata de tapar los oídos, sino de preguntarnos: ¿qué voces nos ayudan a crecer?, ¿qué opiniones realmente construyen?
Al llegar la noche, la pregunta que me dejó el manual viene a ser: ¿quiénes queremos que nos vayan marcando el rumbo?
Adieu!