Para lo que resta del año

Que nuestros sueños no sean solo para nosotros, sino también para los demás.
Que nuestra mirada abrace vidas más allá de la nuestra: personas que nunca conoceremos y corazones que latirán incluso mucho después de los nuestros. Que lo soñado atraviese el tiempo y la tierra, porque el futuro no empieza ni termina con nosotros, también lo habitan quienes un día vivirán en los espacios que dejamos.


Si soñamos solo con nuestro propio éxito, dejamos atrás a otros en sistemas que nunca los contemplaron. Cuando soñamos en colectivo —por justicia, por inclusión, por sanar— sembramos semillas que se multiplican. Que en cada sueño haya lugar para que el de otro también viva.


Nuestra libertad está entrelazada. Tu felicidad no le quita nada a la mía. Que nuestros sueños no sean jaulas de logros, sino caminos anchos donde otros puedan caminar al lado. Soñemos con aulas donde cada pibe sea visto, con calles seguras y barrios con identidad, con ciudades habitables que no exijan probar nuestro valor para sobrevivir.


Que nuestras palabras sean cuidadosas porque, por simples que parezcan, pesan: forman identidades y pueden sanar o endurecer corazones. Un chiste puede humillar, un silencio puede callar. Que hablemos para dar alivio, para nombrar lo injusto sin crueldad e invitar en vez de excluir. Que nuestras palabras sean ladrillos para un refugio, y no cascotes para herir.


Que nuestras acciones nazcan de la bondad, no del ego. La verdadera bondad es elegir ser decente aunque nadie te mire, es dar una mano sin esperar nada.

Preguntar a un amigo, aparecer sin que lo pidan, defender a alguien ausente, pueden ser tierras donde crezca la confianza.


Que caminemos con conciencia. No es solo “estar presente”, es hacernos cargo. Preguntarnos qué impacto tienen nuestras decisiones, a quién afectan, qué avalamos con el silencio. También en el desarrollo urbano: cada edificio, cada casita, deja huella en la convivencia y en el ambiente. La conciencia es el primer paso de la responsabilidad, y la responsabilidad es la que cambia lo que daña.


Que no nos mueva solo la ganancia. El legado no es que nos recuerden, sino haber sido útiles. 


Y cuando fallemos, que podamos empezar de nuevo pero con menos vergüenza que antes. Volver a intentarlo con más cuidado. La responsabilidad no es enemiga del deseo.


Que vivamos con intención, hablemos con cuidado, construyamos algo más tierno en un país que a veces olvida la bondad. Porque lo que hacemos hoy resuena en futuros que no vamos a vivir. Y que quienes vengan después encuentren un camino más amable bajo sus pies 

solo porque nosotros 

elegimos 

dejarlo así.