No soy tímido, ahorro batería
Me acuerdo que una vez, durante los primeros años de la facultad, estaba tranquilo en una reunión de amigos hasta que a un loco macanudo se le ocurrió interpelarme:
—“¿Y vos? ¿Por qué no hablás un poco más, eh? ¡Salí de ese caparazón!”
Yo me reí alevosamente, levanté mi gaseosa y pensé: “Tranqui, genio, estoy bárbaro en mi caparazón, gracias.”
Y es que si sos introvertido, seguro alguna vez te dijeron algo así. Como si ser tranquilo o reservado fuera algo que hay que corregir. Pero… ¿y si ser introvertido fuera, en realidad, una ventaja?
Seamos honestos: los introvertidos somos los héroes del silencio. Podemos estar horas solos sin volvernos locos, o quizás acompañados, pero sin la más mínima necesidad de intercambiar nada con aquellos. Observamos todo lo que pasa alrededor sin sentir la presión de meter un bocadillo todo el tiempo. Y lo mejor, recargamos las baterías leyendo un libro, acomodando estampillas o escuchando música mirando un punto fijo sin que nadie nos hable.
Claro que no todo son rosas. A veces nos vemos obligados a participar en charlas incómodas, eventos llenos de ruido, o reuniones donde el small talk es inevitable. Pero ahí es cuando se activan nuestros superpoderes: modo piloto automático, sonrisa de compromiso y escape mental al mundo interior (donde claramente estamos muchísimo más cómodos).
Y ojo, porque nuestro mundo interior es un festival de creatividad. Capaz no somos el centro de atención en una fiesta, pero desde casa podemos escribir, diseñar, componer, crear. Pensamos profundo, imaginamos sin límites y hacemos magia desde la tranquilidad.
Sí, a veces nos etiquetan como tímidos, antisociales o hasta antipáticos. Pero la verdad… ¿quién a esta edad necesita la aprobación de todos, no?
Otra vez, ser introvertido quizás no sea un problema a solucionar. Es una forma distinta de estar en el mundo y, aunque cueste creerlo, algún aporte habremos de darle. Así que, si sos introvertido como yo, la próxima vez que alguien te diga:
“¡Salí de tu caparazón, ortiba!”
Vos sonreíle tranquilo y respondele:
“No, gracias, maestro, acá adentro estoy fenómeno.”
Adieu!