Paquetes

 Cuanto más nos involucramos en una relación, más paquetes de la otra persona aparecen en nuestras vidas. Y nuestros paquetes aparecen en la vida de la otra persona. Algunos paquetes son livianos y fáciles de manejar, mientras que otros son mucho más complejos y requieren ponerle paciencia, empatía y hasta algo de ceño fruncido.


Los paquetes pueden ser parientes perdidos, algún “ex” que no se termina de ir, hijos que requieren atención y ajustes de rutina, madres o padres controladores, etc. Por no hablar de los paquetes psicológicos que cada persona trae consigo. Relacionarse no consiste en sólo mirar a una persona en el momento presente y borrar todo lo demás.


Cada uno trae otras personas e historias en su equipaje. Conozco casos de mujeres y hombres que se alejaron de sus hijos porque su nueva pareja no los aceptaba. Qué triste y extraño es eso, siendo que el niño (o el adulto) no tiene la culpa de nada dado que ya estaba ahí con anterioridad. Por otro lado, hay madrastras y padrastros a los que les va mejor de lo que esperaban.


Relacionarse no se trata de tener posesión del otro. Aceptar profundizar una relación requiere comprender que la otra persona tiene una historia de vida que la convirtió en quien es hoy. No podés negar el pasado, ignorarlo y empezar la vida desde cero. Ni siquiera es justo. Pero eso no exige que debamos hacernos cargo de cada uno de los bagajes del otro.


Y si hay algún paquete que, por alguna razón, no te cae del todo bien, o no sabés cómo agarrarlo o, más aún, si no encontrás razones para cargarlo, una forma de abordarlo es imponiendo tus propios límites. Es saber hasta dónde es sano llegar, aceptar, compartir. Si tiene sentido incluir a la persona y sus bultos en tu viaje. 


Decisiones como ésta aplican a cualquier tipo de relación. Quizá se trate más de lo que vos querés y de hasta dónde estás dispuesto a llegar, que de intentar imponer tus ideas, tu voluntad, y tus propios paquetes a las demás personas.



Adieu!

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