El Karma y Dharma
No hace mucho aprendí la diferencia entre el Karma y el Dharma. Aparentemente el dharma es el camino correcto, aquello que, aun en silencio, uno sabe que debe hacer. En cambio el karma no es un castigo ni un premio, sino simplemente el resultado de recorrer o no ese camino. O sea que en la vida, las acciones coherentes con lo que creemos terminan dando frutos, mientras que las que se apartan de ese sentido tarde o temprano muestran su costo.
Hoy, al salir de la Expo Real Estate, sentí que esa idea estuvo presente en muchas de las conversaciones y decisiones que escuché…
Debe ser la vez número 13 o 14 que participo de esta feria, pero hoy fue una de esas jornadas de las que te quedás con una sensación clara: algo se está moviendo. No es euforia ni promesas vacías, sino un optimismo que se percibe en las miradas y en la manera de hablar de la gente.
En una pausa a media tarde conversé con una desarrolladora a la que no veía desde hace tiempo. Me contó que, después de meses de espera, decidió retomar un proyecto que tenía parado. No porque las condiciones sean perfectas, sino porque entendió que su trabajo tiene un propósito más grande que las coyunturas. Ese propósito —su dharma— le dio la fuerza para volver a empezar. El resto, me dijo, vendrá como consecuencia: clientes que vuelven, alianzas que se reactivan, ideas que encuentran su momento. Ese es el karma.
Me gustó algo que le escuché a Mosquito Menayed cuando alguien lo felicitó por sus éxitos. Él respondió que eso del éxito es relativo, porque de cien cosas que hizo, noventa le salieron mal. Pero que lo importante no es la cantidad, sino el peso de las que te salen bien. Me pareció una manera sensata de describir cómo, incluso en los caminos correctos, las caídas forman parte del recorrido, y que lo valioso es bancar la parada hasta que llegue ese resultado que “pesa”.
Un rato después, en una charla técnica, un arquitecto comentó que había rechazado un proyecto muy rentable porque implicaba sacrificar la calidad del diseño y el impacto social del proyecto. “No vine a hacer solo metros cuadrados”, dijo, y siguió hablando como si nada. En ese gesto, silencioso y firme, también había dharma: actuar de acuerdo con lo que uno sabe que es lo correcto, aunque sea más difícil.
En un sector acostumbrado a la incertidumbre, percibir esa convicción se siente bastante como un alivio. Uno siente que, cuando las decisiones nacen de un sentido profundo, los resultados, tarde o temprano… tienen que llegar.
Una cosa más, busqué recién en el diccionario la definición de la palabra Dharma y adiviná qué: Dharma significa “protección”. Al practicar las enseñanzas de Buda nos protegemos del sufrimiento y los problemas.
Adieu!