Microbios

 Ningún acto humano, visto en sí mismo y desvinculado del contexto psicológico que lo genera, puede considerarse como un criterio absoluto de verdad. Nuestra interpretación se ve sesgada cuando ignoramos el cableado interno que tiene cada persona. Y si bien cada conducta del hombre podría ser observada en forma particular, las disciplinas que estudian la condición humana se centran en comprender al individuo en su totalidad, y no de a cachos.


Cuando estudiaba en la facultad tuve un profesor de acústica que actualmente sigue siendo un virtuoso y excéntrico violinista. Lo veía todas las mañanas en el café de la esquina, y me enfermaba ver que, mientras desayunaba su café con medialunas, sistemáticamente rechazaba dar limosna a los mendigos que se le acercaban. Recuerdo que en aquel momento, con una rapidez lamentable, lo etiqueté como antipático, insensible y tacaño, y evitaba su cercanía casi siempre que podía. 


Sin embargo, en otras ocasiones, observé que fuera del café mostraba cierta empatía hacia los necesitados. En estas situaciones positivas, parecía ser un tipo más piadoso y espontáneo. Años más tarde, en un taller en el laboratorio de acústica, descubrí que su comportamiento se debía a una superstición casi obsesiva por la higiene: no quería que el dinero contaminara sus manos durante el desayuno, ya que veía microbios perjudiciales en todas partes.


En las clases de composición (compo) tenía una compañera, esta vez pianista, que llegaba siempre tarde a clase y parecía desinteresada en las lecciones. Los profesores y compañeros la veíamos como alguien aburrida y poco comprometida. Sin embargo, en las clases grupales, demostraba un nivel de creatividad y dedicación impresionantes, y cada uno de sus aportes terminaban generando una magia musical en el aula que muy pero muy pocos alumnos conseguían. 


La explicación detrás de este aparente conflicto de comportamiento es que la chica, a pesar de su apariencia desinteresada en clase, encontraba más motivación y satisfacción en los proyectos colaborativos. Tal vez la estructura de las clases magistrales no le resultaba estimulante, pero cuando se enfrentaba a desafíos creativos y colaborativos, su verdadero potencial la hacía brillar como un cristal desinfectado.


Tomado a la ligera, y desconociendo el contexto y las conexiones internas de las personas, un solo hecho puede dar lugar a innumerables juicios y explicaciones.


En la clase de acústica aprendí que la velocidad extrema y la inercia absoluta son idénticas. Para nuestra percepción, miope, obtusa, que sólo capta lo que está a simple vista, no hay diferencia. 


Sospecho que también los microbios y los gérmenes cantan, pero sabemos oír su canto.



Adieu!

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