Los latidos del tiempo

 El tiempo se mide con latidos. Puede ser medido con los latidos de un reloj o puede ser medido con los latidos del corazón. Los griegos, más sensibles que nosotros, tenían dos palabras diferentes para diferenciar estos dos tiempos: Cronos y Kairós. 


Al tiempo físico, el que se mide con los latidos del reloj, lo llamaban "chronos". El péndulo del reloj oscila en una absoluta independencia. Con cada pulso, va dividiendo el tiempo en idénticos fragmentos: horas - minutos - segundos. Y en cada vuelta de hora suena el mismo carrillón, indiferente ante la vida y la muerte, la risa y el sollozo. 

Para colmo, los cronómetros de ahora dividen el tiempo en fragmentos mucho más pequeños que el cuerpo humano es incapaz de percibir. ¡Centésimas de segundo! 

¿qué puedo sentir en una centésima de segundo? El tiempo del reloj es indiferente a las tristezas y alegrías.


Pero hay otro tiempo, el que marca el corazón. No es tan preciso como los otros relojes: sus latidos bailan al ritmo de la vida y la muerte. A veces está tranquilo y de repente se agita, acosado por el miedo o el amor. Salta, tropieza, canta y luego vuelve a su ritmo normal. Los griegos llamaban a este tiempo "kairós". 


Cronos es un tiempo predecible: sabes exactamente a qué hora saldrá el próximo cucú. Pero kairós es diferente, es un tiempo de sorpresas. Requiere la máxima atención, no te avisa cuando suena o cuando deja de sonar.


Mi pregunta entonces es… ¿qué reloj hay que mirar?