¿A quién te gustaría conocer?

 Siempre me pareció divertido preguntarle a la gente: ¿quién te gustaría ser? Pero solo para ver con qué modelo de persona se identifican. Las veces que me lo preguntaron a mí, probablemente respondí sin dudar: Sting. Me hubiera encantado ser Sting, y que él esté escribiendo esto sobre mí. Pero no fue así. Él se llevó los aplausos, la belleza, la música, la plata y los corazones y admiración de las chicas de mi generación y el mío propio. 

Ahora bien, interiormente, nunca quise “ser” otra persona, pero sí me hubiera encantado “conocer” a determinados personajes como Sting.


Últimamente estoy en la onda de reflexionar todos los días con sinceridad, para lograr una transformación interior hacia valores mejores, expresiones mejores, la mente más tranquila, y pensamientos más diversos y libres.


Aunque tengamos una esencia en el centro de nuestro ser, ese ser puede modificarse. O al menos, puede armonizarse mejor con nuestra esencia para expresar nuestro mejor lado, a pesar de que últimamente se parezca más a un jarrón roto. 


Y para eso hay un truco porque, al final del día, si no sabemos exactamente cómo quisiéramos ser, quizás baste con pensar en las personas que nos gustaría conocer (no “ser”) y utilizarlas como referencia para acercarnos a esas características propias con las que nos sentiríamos a gusto. De esta manera tendríamos una buena compañía, ya que siempre seremos nuestra propia compañía. La otra razón es que, al convertirte en alguien que te gustaría conocer, existirás de manera coherente en la sociedad, evitando perjudicar a los demás. ¿Cómo y por qué ocurre esto?


Suponte que te gustaría conocer a alguien que tenga mucha paciencia; si aspirás a parecerte a esa persona que te gustaría conocer, también te convertirías en una persona paciente al reconocer los beneficios de ser paciente. Si hay beneficios para vos al punto de querer conocer a alguien así, es porque los beneficios de la paciencia también alcanzan a los demás. Si esa persona no fuera paciente, no te causaría admiración por ser quién es. Entonces, cuando vos mismo empezás a replicar ese patrón idealizado, admitís que es útil tanto para vos como para los demás tener esa característica. Y si hacés algo útil para vos mismo y para los demás, nadie sale perjudicado, y aunque aún puedas cometer errores sin darte cuenta, ya no lo hacés conscientemente, porque no lo deseas. Y todos salen ganando.


Imitar a alguien que te gustaría conocer sería, por lo tanto, tener sentido, ser coherente, dar al mundo y a vos mismo lo que deseas recibir del mundo. Si te gustan las políticas de intervención del estado en la redistribución de las riquezas, no tiene sentido que defiendas las ideas libertarias, y viceversa. Si te gusta la procrastinación, no tiene sentido que te esfuerces en salir de la zona de confort. Si te interesa la cultura, no tiene sentido que defiendas el reggaetón. 


Y otra cosa que quería decccir…¡Okey!, quizás “imitar” suene un toque deslucido pero, vamos, no veo tan mal querer mirarse en un espejo que refleje aquello que admiramos en los demás.


Adieu!


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