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Autocuidarse no es egoísta

Aclaración básica: Cuidarte a vos mismo es como recargar energías para poder estar bien y rendir mejor en todo lo demás. En serio. Cuando uno está equilibrado, todo fluye mucho mejor. Aclaración importante: Cuidarte no significa que estés evadiendo tus responsabilidades ni que seas mala persona con los demás. Puede ser dedicar un rato a algo que te gusta, a tirarte en el sillón cuando estás cansado, o incluso aprender a decir que no cuando las cosas te superan. Esas pequeñas decisiones hacen una gran diferencia: te bajan el estrés, te levantan el ánimo y te ayudan a reconectar con vos mismo. Y créeme, cuando estás bien, eso también le hace bien a los que te rodean. Así que, la próxima vez que sientas que necesitás desconectar un poco, hacelo sin culpa. Tenés tanto derecho como cualquiera a darte ese respiro. Cuidarte no es egoísta: es la mejor forma de estar presente con energía, amor y buena onda para vos y para los demás. Aclaración fundamental: A la gente le cuesta verte bien. Es as...

Ajuste alzado

  Qué bronca me daban las frases “querés quedar bien con todos” o “sos un boludo útil”. No sé si me jodían tanto por lo verdaderas que eran o porque me negaba rotundamente a reconocer que yo era así. Pero bueno, ¿alguna vez te molestó que te digan que sos de complacer demasiado a los demás? ¿O que simplemente sos alguien con empatía, con buen corazón, y con cierta debilidad por las personas que la pasan mal? Si es así, te entiendo. A mí me costó un montón darme cuenta (o admitir, mejor dicho) que durante toda la secundaria y parte de la facultad fui un flor de pelotudo. Y lo peor es que recién me cayó la ficha en una de esas tantas tardes en las que manejaba para llevar a una amiga “muy cercana” de vuelta a su casa. Sí, otra vez. Y digo amiga entre comillas porque -bien lo estás suponiendo- yo quería algo más que su amistad. Me gustaba, me atraía. Y eso también fue parte del problema: ese deseo me hizo justificar un montón de actitudes de mierda de su parte, como si el premio por l...

El invierno tan temido

  Ahh, junio… qué mes tan extraño sos. El frío ya no se esquiva: traspasa las ventanas, se cuela por las rodillas y te obliga a recogerte, a acurrucarte, a bajar el ritmo. Las mañanas son grises, el sol sale tarde y se va temprano, como si también tuviera ganas de quedarse en la cama. Los árboles están quietos, como tristes y, si acaso fuera poco, llega el hombre con sus podas. Es brutal ver cómo las ramas caen, una tras otra, cortadas con precisión pero sin piedad. Lo que hasta hace poco era verde y lleno de vida, deja esqueletos pelados, vulnerables. Hay algo en junio que me duele, que me enfrenta con esa parte de la vida que prefiero no mirar: la del soltar, la del perder, la del prepararse para el invierno más temido. Camino por la calle y veo hojas secas mezcladas con ramas recién cortadas, como si la naturaleza estuviera diciendo “dejenme de joder”. Y sin embargo, en esa tristeza hay una sinceridad brutal. Junio no finge. Junio te muestra lo que es: frío real, sin caretas. Ll...

Ideas para cosechar trofeos

  A veces me veo como queriendo demostrar algo. Como si tuviera que justificar quién soy o lo que valgo a través de logros o resultados. Pero ¿y si en vez de intentar probar lo que soy capaz de hacer, me enfoco simplemente en mejorar un toque cada día? Esto me lo planteé por primera vez hace uno o dos años, cuando Felipe me preguntó cuántas copas había ganado en mi vida. Fue re duro para mí tener que admitir que en más de 50 años había cosechado apenas un premio en un torneo de tennis, un segundo premio en uno de paddle, y otro segundo premio en un torneo de truco barrial. Pero en aquel momento lo pensé así: yo soy lo que soy ahora, con mis logros y mis fracasos, no tiene sentido que te detalle todas las que pasé. Entre las copas y las derrotas soy lo que observás y oís de mí. No se trata de brillar ni de coleccionar éxitos ni trofeos. Se trata de crecer, de aprender, de acercarme cada vez más a una versión de mí que me haga sentir en paz. Cuando cambio el objetivo de demostrar por...

Los hilos invisibles

  Hay vínculos que logran brillar sin esfuerzo. Son esos lazos invisibles, que no necesitan ser alimentados todos los días ni estar en contacto permanente para seguir vivos. No se ven, pero se sienten. Anoche soñé fuertemente con alguien que ya no está. Fue un sueño tan intenso, tan real, que al despertar me quedé con una mezcla de nostalgia y alegría. Sentí que, de alguna manera, ese lazo seguía intacto, aunque la persona ya no estuviera. Hay amistades o relaciones que el tiempo no desgasta.  Esa es la belleza de los hilos invisibles: parece que hay un acuerdo tácito, silencioso, que los mantiene vivos pase lo que pase. Son relaciones fuertes, porque descansan sobre el respeto, la empatía y un entendimiento profundo. No exigen. No presionan. Simplemente son. Y eso da una paz especial: la de saber que alguien, en algún lugar, sigue estando para vos. Algunas conexiones están hechas para ser fáciles, naturales, duraderas. No desaparecen por la falta de palabras. Se sostienen en ...

Ideas para salir de un laberinto

  Teseo era un príncipe. Hijo de Egeo, rey de Atenas. Criado entre las certezas que ofrecen los palacios, entre las voces que repiten sin cesar lo que uno debe ser: valiente, fuerte, ejemplar. Pero nadie le enseña a un príncipe qué hacer con el silencio, ni con el miedo que aparece cuando los pasillos se repiten idénticos y uno ya no distingue si avanza o si vuelve sobre sus pasos. Cierto día, Teseo estaba luchando pero no en un campo de batalla, sino en el corazón de un laberinto. Nadie lo había obligado a entrar. Fue él quien lo eligió, con esa mezcla de orgullo y desesperación que empuja a los hombres hacia sus propios abismos. Lo hizo para enfrentarse al Minotauro, pero también (y aunque no lo supiera) para enfrentarse a sí mismo. Porque toda hazaña externa es apenas un reflejo menor de la que pasa por dentro. Derrotar al monstruo no fue más que un acto físico. Violento, pero controlado. El verdadero horror vino después. El silencio, la desorientación, esa geometría sin sentido...