Cada día
Ahora que lo pienso, nunca jamás fui una persona ritualista. Llamo rituales a las personas enamoradas del calendario, que siempre han de llevar uno bajo el brazo para ir anotando el pasado, presente y futuro de todo lo que fue o será necesario recordar. Cuando era chico, una vez, la mamá de un amigo me dijo que las fechas fueron inventadas caprichosamente para comprometernos con cosas innecesarias. En aquel entonces, mi tiempo estaba ocupado con cosas simples que llenaban mis días, semanas y meses: la escuela, la música, algún libro y el tenis. Tomar el colectivo hacia el club, caminar al conservatorio, pasar por la puerta de la melliza para ver si “de casualidad” la cruzaba y me animaba a decirle algo y… volver a casa frustrado a lamentarme un ratito y seguir soñando. Fin de semana en familia, eso sí. No necesitaba una agenda para anotar mis ocupaciones, ni cronometraba las horas para otorgar prioridades. A diferencia de los adultos que necesitaban organizarse, yo atendía mis pendi